Testimonio de una cooperante
Año 3. Número 27. Septiembre 2007
Cristina Herrero
¿Por qué los desastres se llaman naturales?
Al principió dudé ciertamente si en éste mi segundo día de vacaciones veraniegas, mi inconsciente, más relajado que de costumbre, estaba una vez más jugando caprichosamente en sueños con mis recuerdos.
Pero no cabía duda, la cama se estaba meciendo; Y ese hamaqueo tremendamente familiar me devolvió por unos segundos la sensación, ya casi olvidada y aunque pueda parecer contradictorio para algunos, extrañamente “añorada”, del excitante subidón de adrenalina junto al automático sentido de alerta inmediata, preocupación, y determinación por empezar a actuar, con la que de forma natural reaccionamos todos aquellos que en algún momento hemos estado expuestos a terremotos, en mi caso como trabajadores humanitarios, o simplemente como población afectada.
- ¿Lo habéis sentido?, ¡Ha temblado! - despierto a todo el mundo de mi casa-- ¿Qué dices?, ¿un terremoto en Madrid?, estarías soñando – me replican-
De nada me sirve insistirles que conocen perfectamente que una de las “nuevas habilidades”, bajo mi punto de vista, y obviamente “nuevos traumas” parte de mi ya conocido síndrome de ET en la opinión de ellos, que me acompaña desde mi estancia en El Salvador, es una sensibilidad especial para sentir cualquier tipo de vibración y movimiento de las superficies a mi alrededor, por leves que éstas sean. ¡Ni por esas!
Y es que yo sé, aunque parezca increíble, que lo que acabo de sentir hoy domingo 12 de agosto del 2007 a las 09:47 hrs en mi ciudad, Madrid, era un terremoto.
Conozco demasiado bien esa sensación de vaivén, que cuando la experimentas por primera vez atribuyes a no sabes que, buscando explicaciones curiosas y hasta divertidas al hecho en sí, como algunas de las que he leído en diversos foros estos últimos días, pero que una vez que ya conoces, y sobre todo has sufrido con cierta regularidad, pasa a ser algo natural con lo que aprendes a convivir cada día, y desde luego tu única, o al menos eso sí, tu primera referencia instintiva ante cualquier temblor a tu alrededor. Y me basta recordar el inmediato cruce de miradas de preocupación, y la carcajada posterior que intercambiamos mis amigos de batallas en El Salvador, Eneko, Carmen y yo en un restaurante de Bogotá en el 2003 ante la vibración que un tráiler que pasaba por la calle provocó en el suelo del restaurante donde nos encontrábamos cenando con otros amigos, los cuales sin embargo ni se inmutaron y nos miraban estupefactos sin entender el por qué de nuestras risas nerviosas, el respingó que pegué en la silla en la que estaba sentada en el aeropuerto de Londres al sentir la vibración del suelo provocada por el despegue de los aviones en una zona próxima, o mi insistencia a una dependiente del Corte Ingles por saber si había algún sistema o motor de aire acondicionado cerca de unos probadores donde claramente- para mí, no para mis acompañantes- se percibía una sutil vibración en el suelo y tintineo en la puerta, y así podría seguir con miles de anécdotas más . A lo mejor ahora que lo pienso voy a tener que dar algo de razón a mi familia cuando maneja la teoría de mi trauma post-seísmos.
Aunque parezca increíble, que lo que acabo de sentir hoy domingo 12 de agosto del 2007 a las 09:47 hrs en mi ciudad, Madrid, era un terremoto
Pero, al menos esta vez no puedo darles la razón. Claramente el movimiento provocado por el terremoto ha sido de tipo horizontal hacia un lado y otro, iniciándose suavemente con la sensación de un ligero mareo, pero que va ganando poco a poco en intensidad para luego cesar bruscamente. Sin embargo en otras ocasiones he tenido oportunidad de comprobar lo extremadamente violentos que pueden ser, con movimientos de arriba abajo como si te agitasen dentro de una coctelera, visualizado esa imagen desenfocada, casi mágica, como de espejismo en el desierto que se produce cuando en medio del terremoto miras a tu alrededor viendo entre el efecto óptico de una pseudo neblina la curvatura del suelo y el movimiento de los edificios como si fueran de mera mantequilla.